(Arriba, desplace el cursor para ver las 10 especies de aves más amenazadas de Colombia).
Como apasionado observador de aves y biólogo conservacionista colombiano, presenciar la reciente oleada de incendios forestales en mi país ha sido desgarrador. Aunque con justa razón la cobertura mediática se ha centradoen los impactos humanos inmediatos – afectaciones a la propiedad privada los cultivos y la calidad de aire, especialmente en cercanía a ciudades principales como Bogotá y Bucaramanga, hay un aspecto vital de esta crisis que ha pasado por alto: los impactos sobre las aves, uno de los activos más valiosos de nuestro país.
Los diversos ecosistemas colombianos albergan la mayor avifauna del mundo, con 1969 especies, 294 de las cuales son de interés para la conservación debido a su estado de amenaza o a su distribución restringida. A medida que los incendios destruyen paisajes enteros, estas aves se enfrentan a la pérdida de su hábitat, temporadas reproductivas fallidas y mortalidad directa, lo que agrava los retos a los que ya se enfrentan en un ambiente cada vez más inestable.
Utilizando datos de los sensores VIIRS de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica, en español) y modelos de área de hábitat, podemos obtener información sobre el impacto potencial de los recientes incendios forestales en las aves colombianas. Alarmantemente, sólo entre el 1 de enero y el 5 de febrero pasados se detectaron en Colombia más de 64.000 alertas de incendio de probabilidad media o alta, y 164 especies de aves amenazadas experimentaron más de 100 alertas en sus áreas de distribución. Ajustando por área de distribución, entre las aves más expuestas se encuentran siete endémicas de los bosques montanos de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá, especies emblemáticas que ya están en declive según la Lista Roja de La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En los pastizales de los Llanos Orientales preocupa el Tachurí Barbado (Polystictus pectoralis brevipennis), que en lo corrido del 2024 abarca un 55% de todas las alertas de incendios del país dentro de su área de distribución.
Existen pocos estudios sobre la respuesta e impactos de los incendios en las poblaciones de aves neotropicales. Sin embargo, sabemos que la pérdida de hábitat es una amenaza importante para la mayoría de las especies en declive, razón por la cual, si garantizamos la recuperación del hábitat, podemos estar razonablemente seguros de estar encaminados hacia la recuperación de las poblaciones afectadas. La mayoría de los incendios en Colombia son pequeños, por lo que mientras queden refugios de hábitat natural después de los incendios, las áreas quemadas pueden recuperarse rápidamente gracias a la dispersión de semillas por parte de las aves y a un banco de semillas resistente. El monitoreo de las aves mediante protocolos estandarizados, así como a través de iniciativas científicas comunitarias como los Conteos Navideños de Aves (CBC, por su siglas en inglés) o eBird, puede ayudar a los científicos a establecer cómo progresa la recuperación y si son necesarias más acciones de manejo.
Las comunidades pueden contribuir a la recuperación de las zonas quemadas de múltiples formas. Por ejemplo, haciendo que sus casas y fincas sean amigables con las aves, sumándose a campañas de plantación guiadas científicamente e incluso, simplemente observando aves en las zonas quemadas, siempre que sea seguro hacerlo para las personas y el medio ambiente. Por otro lado, las autoridades deben planificar la atención de futuros incendios aumentando la capacidad de las comunidades locales para gestionarlos como parte de sus actividades agrícolas, estableciendo protocolos claros de lucha contra estos y proporcionando los fondos necesarios para su implementación, y aplicando políticas que prohíban el desarrollo inmobiliario y el uso agrícola o forestal de las zonas quemadas. Con el cambio climático, se prevé que las sequías y, por lo tanto, los incendios forestales, sean más graves y frecuentes.
La protección del hábitat natural, la restauración de las zonas quemadas, la gestión de las tierras agrícolas y el monitoreo serán clave para garantizar la adaptación de nuestras aves a esta nueva realidad climática.