Anne-Gabriela Schmalstieg y Corinna Esterer no son las típicas madres adoptivas. Para empezar, los jóvenes que cuidan no son seres humanos: son ibises eremitas criados en cautiverio, una especie que se extinguió en Europa central hace más de tres siglos. Cada año durante seis meses, las dos veinteañeras dedican sus vidas a las aves, que viven en el lugar de campistas en el parque zoológico de Schönbrunn en Viena, Austria. Allí cuidan los ibises de sol a sol, siete días a la semana. Todo el primer mes las mujeres deben abstenerse de beber café, alcohol y fumar cigarrillos porque deben escupir en la alimentación de las aves para que sea más fácil de digerir. Los pichones pueden comer hasta 15 veces al día un menú que consiste en puré de rata, ratón y pollo, así como langostas frescas.
Cuando los ibises no están comiendo o descansando, las madres de crianza pasan tanto tiempo como sea posible con ellos para crear un vínculo. La hora de los mimos es clave en la creación de una conexión tan fuerte que hará que las aves sigan el avión ultraliviano que llevará a Schmalstieg y Esterer desde Austria —sobre los Alpes— hasta Italia, en un viaje de más de 1.280 kilómetros. Esta es una ruta —que los lleva a los lugares donde pasarán el invierno— es algo que sus padres suelen enseñarles, y solo necesitan recorrerla una vez en un solo sentido para aprenderla.
Este es el tercer año en que las mujeres han trabajado en el proyecto de reintroducción internacional, pensando para ser ejecutado en un lapso de diez años, y sus voces son las únicas que oye cada nidada. Desde el primer día, ellas los llaman una y otra vez: "Komm, komm, Waldies, Komm, komm" ("Vengan, vengan, ibis, vengan, ven"). Cuando los pichones tienen tres meses de edad, sus cuidadoras los llevan del zoológico a un aviario en Seekirchen, en el que poco a poco se acostumbran a un avión ultraliviano y aprenden a seguirlo durante los ejercicios de entrenamiento, mientras las mujeres los llaman todo el tiempo.
Schmalstieg y Esterer son "absolutamente esenciales para el proyecto", dice Johannes Fritz, el líder de la iniciativa. "Nunca antes hemos tenido grupos de aves en un vínculo tan estrecho con sus padres adoptivos humanos".
A finales de agosto, las aves están listas para migrar. En la actualidad, 80 ibises salvajes viven en Europa central y el proyecto de reintroducción Europeo LIFE+ está en camino de cumplir su meta de 120 para el año 2019. Las aves viajan entre las mismas zonas de reproducción por las que viajaron sus antepasados hace siglos y un sitio de invernación adecuado. A diferencia de aquel entonces, los humanos ahora los vigilan a cada aleteo del camino gracias a las etiquetas con GPS conectadas a cada ave. "Para nosotras es muy emotivo", dice Schmalstieg. "Las aves siguen el avión porque estamos sentadas allí". Un dato curioso: para seguir su viaje anual, descargue la aplicación Animal Tracker.
Durante el viaje —que tiene una duración de más o menos 20 días— el equipo viaja por tierra, instalando estaciones de parada y controlando las condiciones meteorológicas. Como Schmalstieg y Esterer han hecho con los 63 ibises que han criado, una vez que lleguen a Toscana, pasarán cada vez menos tiempo con las aves cada día antes de retirarse por completo después de un par de semanas, para imitar el comportamiento de un ibis adulto. En dos o tres años, cuando las crías lleguen a la edad de reproducción, volverán al norte por la ruta que les enseñaron sus madres sustitutas, y algún día se la mostrarán a su propia descendencia.