Un Mirlo Primavera despega de su hogar de verano en Montreal, Canadá, arriesgándolo todo para volar 1,600 millas para pasar las vacaciones en West Palm Beach, Florida. Incluso más extenuante es el viaje de una Piranga Escarlata que vuela 2,700 millas desde Dartmouth, Massachusetts hasta Cali, Colombia.
Cada otoño, mil millones de aves como el mirlo o el tráupido viajan hacia los 48 estados contiguos o a los trópicos. Pero varios de ellos nunca regresan, mueren por causas naturales como el clima o la depredación, y por causas no naturales como pozos de petróleo, gatos salvajes y choques contra vidrios. Ahora los científicos del Laboratorio de Ornitología de la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York han calculado por primera vez una cifra de esas aves que faltan. Al rastrear los vuelos nocturnos migratorios desde 2013 hasta 2017 en mapas de radares meteorológicos, medir la magnitud y conectar los números a un servicio de computación en la nube, han calculado cuántas aves terrestres estaban, o no, cruzando el país. Sus descubrimientos muestran una reducción enorme de 2.6 mil millones de aves entre las migraciones de otoño y primavera. Además, aunque las especies que invernan en los Estados Unidos tengan vuelos otoñales más cortos, han sufrido la mayor parte de las pérdidas, indicando que las poblaciones al norte enfrentan mayores amenazas que aquellas en los trópicos.
Es una narrativa que está destinada a cambiar, afirma el investigador principal y experto en migración Adriaan Dokter. A medida que el desarrollo en América Latina continua creciendo, siempre habrá menos hábitats prístinos, lo que significa que algunas aves quizás no se aventuren a ir tan al sur. Ante el cambio climático, las condiciones de mayor sequía y calor podrían hacer el trayecto más costoso para los migrantes que intentan sobrepasar el ecuador. Es un futuro para el cual debemos hacer planes, cuenta Dokter. Tanto protegiendo las áreas silvestres tropicales como reduciendo los peligros domésticos, podemos fomentar la supervivencia de miles de millones de aves antes de que vuelen a donde ya no podemos colaborar.
La “biomasa” de aves terrestres que se trasladan al norte desde el sur en otoño difiere en todo el continente. Menos individuos eligen quedarse en los 48 estados contiguos una vez que pasa la temporada de reproducción, pero no tan pocos como para que la región se vuelva una ciudad fantasma para las plumas. Dokter advierte que patrones similares se observan en el otro lado del Atlántico, en donde los migrantes viajan desde el Ártico Ruso a Europa o de Europa a Asia.
Recorrer grandes distancias tiene sus beneficios. Los trópicos ofrecen climas más templados y recursos más ricos. Entonces, incluso si el viaje hasta allí es agotador, un tiempo en el paraíso puede beneficiar a un ave y prepararla para la temporada vital de reproducción.
Las migraciones más cortan significan menor supervivencia. Las especies que pasan menos tiempo en tránsito enfrentan menos riesgos de vuelo. Pero a cambio por su viaje rápido, deben resistir condiciones invernales más duras, las cuales incrementan las tasas de mortalidad. La urbanización extendida y otros impactos humanos en los Estados Unidos también implican potenciales dificultades que implican gastos de la población.
La vida compensa a la muerte. Para compensar las tasas de supervivencia bajas en tierras de invernada de su lado, las especies de reproducción del norte generalmente crían más polluelos. La mayoría de las nuevas crías no sobrevivirán la migración de otoño, pero sus altas cifras aún brindan a la población un aumento antes de que el ciclo comience de nuevo.
Este artículo se publicó originalmente en la edición de invierno de 2018 de “The Billion-Bird Question” (la pregunta del mil millón de aves). Para recibir la revista impresa, hágase miembro hoy mismo realizando una donación.