En una época, el Río Grande era un río a tener en cuenta, que atravesaba tres estados y dos países, y llevaba vida a los bosques de álamos, los peces, las aves y otros seres vivos de América del Norte.
Hoy en día, gracias a una red de desviaciones humanas y sequías intensificadas por el cambio climático, algunos trechos del otrora caudaloso río, se han reducido a tan solo un hilo de agua. Pero a partir de este mes, una sociedad sin precedentes entre Audubon Nuevo México y las tribus de indígenas americanos les está devolviendo al río y a sus habitantes exactamente lo que más necesitan: agua.
Citando un calor récord y lluvias abrumadoras durante los monzones recientes, ingenieros del Distrito de Conservación del Río Grande Medio activaron un flujo desde la presa Abiquiu, ubicada a aproximadamente una hora al norte de Santa Fe. Más de 260 millones de galones de agua almacenada descenderán gota por gota durante el curso de las próximas semanas, lo suficiente para fluir de manera continua por un trecho de río de 35 millas durante 24 días, dice Julie Weinstein, directora ejecutiva de Audubon Nuevo México. Weinstein para mediados de septiembre, el agua alcanzó algunos de los hábitats más secos del Río Grande Medio. Eso incluye los bosques ribereños donde anida el amenazado Papamoscas Saucero del suroeste, así como cuatro áreas de importancia para las aves, que durante el otoño y el invierno proporcionan alimento a las aves acuáticas migrantes, incluyendo a cientos de miles de grullas canadienses y gansos nivales.
El elaborado plan de alivio comenzó el verano pasado, cuando Audubon Nuevo México se puso en contacto con las comunidades del Río Grande Medio para hacerles una propuesta. La oficina del estado aseguraría el financiamiento para el trabajo de restauración del hábitat en sus tierras si las tribus repartían el agua que les adjudicaron mediante el proyecto de desviación del Río San Juan-Chama, para fortalecer el flujo del Río Grande Medio. Ansiosos por ayudar a restablecer un sistema fluvial saludable, los pueblos de Sandia e Isleta decidieron donar su agua, mientras que dos tribus más, Cochiti y Santa Ana, aceptaron el intercambio. Combinado con el excedente de agua donado por The Club en Las Campanas, un club de golf de Santa Fe, los depósitos de Abiquiu superaron los cientos de millones de galones.
Esta sociedad con los pueblos marca un histórico rito de iniciación para la conservación del agua potable en Nuevo México. Es la primera vez que una organización no gubernamental libera agua para rellenar el Río Grande Medio. Como muchos de los ríos en Nuevo México, el Río Grande sufre de los intereses contrapuestos de estados, ciudades y productores agrícolas. Son relaciones que se harán cada vez más tensas, a menos que las personas aprendan a trabajar juntas con más imaginación.
“Tenemos que hacer nuestro aporte para preservar y proteger el río para las generaciones futuras”, dice Stuart Paisano, vicegobernador del pueblo de Sandia. “Este es un pequeño paso para tratar de lograrlo, para alcanzar la mejoría no solo de la comunidad, sino de todas las personas en esta región”.