Nada se interpone entre un colibrí y su néctar. Nada.
Un nuevo estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences, revela que el Colibrí Cabeza Roja asocia diferentes pistas visuales para evitar chocar contra objetos durante sus rápidos vuelos en busca de polen.
Los humanos, al igual que muchos tipos de insectos voladores, pueden calcular qué tan cerca está un objeto basándose en cuán rápido pasa a través del campo visual. “Un buen ejemplo de esto es cuando vamos manejando en una calle: si nos toma tiempo pasar un edificio que vemos en la distancia, sabemos que está lejos”, dice Roslyn Dakin, zoóloga de la Universidad de Columbia Británica, en Canadá, y autor principal del estudio.
Los Colibríes Cabeza Roja, sin embargo, actúan diferente: ellos miden el tamaño de los objetos que tienen en frente y usan esa información para guiar sus movimientos, lo que les permite tomar decisiones para evitar colisiones en cuestiones de segundo.
Para estudiar estos reflejos más de cerca, los investigadores construyeron un túnel de 5,5 metros, con una posadera en un extremo y un comedero con agua dulce en el otro. Proyectaron diferentes imágenes en las paredes del túnel e instalaron ocho cámaras para grabar los movimientos de los colibríes.
Los videos demuestran que las aves evitan las paredes con patrones verticales y cuyos tamaños eran mayor a 1,15 centímetros (lo que muestra el video arriba). Pero estos animales no desestiman por completo la velocidad. Cuando necesitan moverse verticalmente, de arriba abajo, toman en cuenta la velocidad con la que los objetos pasan ante sus ojos. Esta técnica, conocida como velocidad de imagen, también es utilizada por las moscas. “De esta forma evitan estrellarse contra el piso”, dice Dakin. Midiendo el tamaño y la velocidad de aproximación, los animales saben exactamente cuándo virar, aún cuando vuelan a velocidades de hasta 80 kilómetros por hora. Como los autos, estos colibríes cuentan con su propio modo de autocrucero.