Nuevamente estamos en una de las épocas más fascinantes entre tantas que nos ofrece la naturaleza: la temporada de migración. Las autopistas de los cielos –más conocidas como rutas migratorias o flyways, en inglés- están llenas de aves que viajan decididas, muchas para escapar de las durezas del invierno boreal y garantizar la vida en todo su ciclo.
Y nuevamente los ojos del mundo empiezan a enfocar las metas de la próxima COP27 y su propósito de que en Egipto se dé el encuentro global a favor de la implementación de los compromisos revisados y actualizados en Glasgow (2021). “Juntos a favor de la implementación” (Together for Implementation) es el lema de este evento que se inicia el próximo 6 de noviembre.
El llamado a actuar y a rendir cuentas sobre avances y logros también se dio hace poco más de un mes en Nueva York, en la Semana del Clima, paralela al encuentro de la Asamblea General de Naciones Unidas, que también sirvió de escenario para pedir más acción y menos retórica en la lucha contra el cambio climático. El propio Secretario General de la ONU, Antonio Guterres, lo dijo la víspera del encuentro de líderes: “El impacto dañino del cambio climático nos está llevando a territorios inexplorados de destrucción”. Y se repitió el peregrinar de organizaciones ambientalistas y de miles de activistas que exigen acciones concretas, soluciones innovadoras, con respuestas puntuales y avances verificables.
Hace un año, cuando lanzamos el plan estratégico de Audubon Américas con el propósito de fortalecer el trabajo internacional que desde la década de los 50 del siglo pasado avanza la National Audubon Society en el hemisferio, lo que planteamos fueron, precisamente, territorios inexplorados, pero de construcción de soluciones. La ruta nos la han dado las propias aves: avanzar en bandada y trabajar de forma colaborativa con nuestros pares y traer a terceros a la mesa; borrar fronteras nacionales para lograr soluciones con impacto hemisférico; priorizar recursos y unir fuerzas para conseguir fondos que permitan la sostenibilidad, e identificar científicamente y usando las mejores herramientas de tecnología de datos aquellos lugares óptimos para intervenir y escalar el modelo a otras regiones de las Américas o del planeta. En resumidas, trabajar en equipo y pensando en grande, sin desatender la realidad local.
Así toma vuelo Conserva Aves, iniciativa fundamental para la conservación de las aves y la biodiversidad hemisférica que lanzaremos oficialmente este jueves 27 de octubre en el marco de la Feria de Aves de Sudamérica, en Cusco (Perú), la cual ya presenta un primer logro contundente: la unión decidida de tres grandes organizaciones de la conservación –Audubon, BirdLife International y ABC- con la Red de Fondos Ambientales de Latinoamérica y el Caribe (RedLAC) para crear y fortalecer más de 100 nuevas áreas protegidas locales, con la meta de seguir conectando a las Américas a través de más de dos millones de hectáreas distribuidas entre México y Chile. Esta columna vertebral continental nos permitirá garantizar territorios de vida no solo para las aves, sino para la inmensa biodiversidad que guarda el hemisferio, para las comunidades locales y, en últimas, para quienes habitan la región de América Latina y el Caribe.
Nuevas rutas para la conservación
El mismo modelo nos ha servido para estructurar otras propuestas innovadoras con diversos aliados y entidades multilaterales, proyectos donde las aves y sus rutas migratorias nos ayudan a trazar el mapa de prioridades hemisféricas en conservación y desarrollo sostenible. Por ejemplo, el proyecto que tenemos con el BID y con la ONG local Panama Audubon Society, apoyado por el gobierno del Reino Unido y el Ministerio de Medio Ambiente de Panamá, que avanza el conocimiento sobre el rol de los manglares en la captura de carbono - el llamado carbono azul-, servicio ecosistémico de igual importancia a la que se da en la cuenca del Amazonas. Sabemos que los manglares juegan un rol clave para las aves locales y migratorias, pero hasta ahora estamos valorando este patrimonio en toda su dimensión como factor de resiliencia costera y equilibrio ambiental en las Américas.
Al sur, en Chile, también trabajamos en alianza con las aves en paisajes igualmente críticos para la conservación, la vida humana y la conexión hemisférica: los humedales y marismas, actualmente bajo presión por causa del cambio climático y factores propios del desarrollo urbano. Su permanencia, sin embargo, es vital para los vecinos de estos ecosistemas pues sirven de muro de contención ante el embate de los elementos, afirmándose como pilares de resiliencia costera con la que cuentan los miles de habitantes de estas regiones. Lo que hemos aprendido y las acciones trazadas conjuntamente con las comunidades locales, servirán de modelo para compartir con otras poblaciones costeras de Latinoamérica y el Caribe a las cuales el cambio climático les eleva el riesgo para la vida y la inversión necesaria para el desarrollo sostenible, como lo señaló hace poco la calificadora Moody’s.
Hacer la tarea, cumplir con los compromisos climáticos acordados requiere que organizaciones de la sociedad civil, comunidades, gobiernos locales y nacionales, inversionistas y donantes dejen de lado las líneas argumentativas que han trazado para defender intereses o visiones y comprendan que estamos ya obligados a conectarnos a través de la acción concreta para borrar fronteras y garantizar la vida. Así nos los dicen cotidianamente las aves en todos los territorios de las Américas y ahora nos lo recuerdan las aves que migran por el hemisferio: volar juntos nos lleva más lejos.