Si a la mayoría de las personas el canto de los pájaros trae felicidad , para los científicos que monitorean sus trinos y sonidos, escucharlos es una dicha y claro mensaje sobre la salud de los ecosistemas donde viven. Ahora, las comunidades que están vinculadas con la iniciativa Conserva Aves en Colombia -la cual es liderada en el hemisferio por American Bird Conservancy, Audubon, Birds Canada, BirdLife International y RedLac*- podrán aportar desde la ciencia ciudadana al Monitoreo Acústico Pasivo (MAP), una herramienta adicional con la cual pueden hacer seguimiento al bienestar de las áreas protegidas bajo su cuidado.
Pero, ¿de qué se trata? En términos prácticos, el MAP consiste en el uso de grabadoras que se instalan en el bosque para recoger sonidos en intervalos de tiempo programados, que posteriormente son procesados por medio de software especializado para identificar las vocalizaciones de especies de aves por medio de algoritmos de inteligencia artificial.
“Cada reserva tiene unas especies de aves de interés que fueron identificadas como parte de los estudios de priorización de áreas a proteger por Conserva Aves. Entonces, mediante el monitoreo acústico pasivo podemos tomar el pulso de las poblaciones de aves de manera continua, sin necesidad de tener una presencia física constante en campo”, explica Jorge Velásquez, director de ciencia para Audubon Américas.
Recientemente, en el Darién, municipio del Valle del Cauca, Colombia, se realizó un taller para iniciar un piloto de monitoreo acústico para la iniciativa Conserva Aves, cuya meta es proteger dos millones de hectáreas de nuevas de áreas protegidas subnacionales en Latinoamérica. En Colombia, ya se han establecido o están en proceso de crearse 18 reservas como parte de este programa, tres de las cuales participaron con delegados en el taller que brindó herramientas para establecer el monitoreo acústico. Se trata de Fundación Darién, donde se ha trabajado un proceso de consolidación de reservas naturales de la sociedad civil, con propietarios privados; Fundación Trópico, que lidera el distrito de manejo integrado Alto Calima, que fue declarado en mayo de 2024 como área protegida; y Felca, que maneja la reserva del Río Ñambí, donde hay un proceso de conservación enfocado en colibríes.
“Estas organizaciones están enfocadas, sobre todo, en fortalecer esa gobernanza local en sus territorios. Según la categoría de conservación o de la figura que estén manejando, cambia un poco la dinámica. Por ejemplo, en el caso de Alto Calima, que es un área regional, requiere interacción con múltiples actores institucionales y comunitarios. Fundación Darién está trabajando en fortalecer el relacionamiento con los propietarios privados, y en el caso de Felca, una reserva propia de la organización, su consolidación ha tomado muchos años y actualmente es una de las áreas más interesantes para la conservación de aves en Colombia”, explica Sebastián Orjuela Salazar, coordinador iniciativa Conserva Aves de Fondo Acción, organización que en Colombia es el socio nacional de la iniciativa.
“El objetivo de este taller es acercar a las comunidades y a las organizaciones con diferentes herramientas para el monitoreo de biodiversidad y, en este caso, para el monitoreo de aves. Cada una en su territorio cuenta con una dinámica propia para monitorear las especies que tienen y con esto lo que queremos es que tengan un abanico de posibilidades para seguir fortaleciendo ese monitoreo y también para incorporar, dentro de sus estrategias, diferentes herramientas que se ajusten a sus necesidades y posibilidades”, agrega Orjuela.
A partir de las grabaciones, lo más sencillo es inferir la presencia de una especie, o no, en el sitio en el que se ubicó la grabadora. “Si se ponen muchas grabadoras es posible tener una mejor idea de todas las especies que hay en un sitio, pero en el contexto de Conserva Aves nos interesa mirar a largo plazo y saber si estas nuevas áreas protegidas, que se están implementando a través de Conserva Aves, están cumpliendo su función. Parte de lo que de lo que nos interesa con el audio es saber si estamos doblando esa curva de tendencia negativa poblacional en la mayoría de especies de aves: con las grabaciones podemos utilizar técnicas estadísticas que nos permiten inferir el tamaño de las poblaciones y saber qué pasa con las especies de interés de cada una de las reservas, si están aumentando, si están siendo estables o si están disminuyendo y, de acuerdo con esto, recomendar medidas de manejo para su conservación”, explica Velásquez.
Santiago Ruiz Guzmán, investigador en la Universidad de Pittsburgh en Estados Unidos, fue una de las personas que acompañó el proceso del taller, describiéndolo como una experiencia “muy interesante, porque sin importar su origen o nivel educativo, los participantes han estado muy interesados en aprender, pero también han aportado mucho conocimiento local de las aves presentes en sus regiones”.
¿Cómo beneficia a un área protegida saber qué especies hay en ese territorio?
Jorge Velásquez señala que “saber qué especies hay en el territorio en el que uno vive es equivalente a saber cuánta plata tienes en el banco. Al conocer qué especies están en tu territorio, puedes gestionar más recursos para la conservación. Por ejemplo, si hay presencia de especies endémicas o amenazadas”. Pero eso no es todo, también es posible saber cómo proteger el territorio ante ciertas amenazas, como las derivadas de la expansión de la frontera agrícola o del desarrollo de obras de infraestructura. A eso se suma que el número y variedad de especies es un gran aliado para la promoción de una reserva, algo muy atractivo para los pajareros o avituristas que constantemente buscan nuevos destinos para encontrar sus aves objetivo.
“Conocer la riqueza de biodiversidad que vive al lado de uno sirve para apropiar a las personas de su territorio, para hacerlas sentir orgullosas de que están viviendo en un territorio en donde hay una riqueza tangible. Cuando tenemos el conocimiento de que hay un gran número de especies de aves, particularmente cuando hay especies que no son tan comunes, es necesario desarrollar estrategias para la conservación de sus ecosistemas”, señala Santiago Ruiz Guzmán.
El taller de monitoreo bioacústico, en el que los participantes recibieron equipos y las instrucciones para utilizarlos en sus territorios, les brindó también herramientas para trazar metas y objetivos según el territorio en el que se encuentran, y desarrollar estrategias para saber cuáles son las mejores épocas del año para hacer el monitoreo. “Por ejemplo, si queremos conocer tendencias poblacionales de largo plazo, tal vez un monitoreo una vez al año, durante muchos años, sea suficiente; en algunos casos, en cambio, solo queremos saber en qué horas en particular canta un ave, entonces, tener un esquema de grabaciones en el que se cubran todas las horas del día va a permitir responder esa pregunta. En otros casos podemos estar interesados en saber cuándo llegan y cuándo se van las aves migratorias, por lo cual sería importante cubrir las épocas de migración boreal y austral”, asegura el director de ciencia, quien también está implementando este sistema en los manglares de Bahía de Parita y Bahía de Panamá, en Panamá, como parte del proyecto Panamá, Patrimonio Natural Azul.
Tomando notas
Como parte de la capacitación, los asistentes de cada reserva recibieron un kit de monitoreo acústico para afianzar los conocimientos adquiridos durante el taller e iniciar un piloto en tres fases. La primera fase, que termina este enero, comprende la familiarización con el equipo, la gestión y el análisis de los datos de monitoreo acústico. En la segunda fase, que durará seis meses, hasta mediados de 2025, se desplegarán de 10 a 20 grabadoras por reserva con el fin de establecer el esfuerzo de muestreo necesario para monitorear las poblaciones de aves de interés. En la tercera y última fase se espera realizar una segunda versión del taller con el fin de compartir experiencias, refinar protocolos y entrenar a la segunda cohorte de beneficiarios de Conserva Aves en Monitoreo Acústico Pasivo. Eventualmente, la idea es conformar de una red de monitoreo en todas las áreas protegidas con el apoyo de Conserva Aves.
Hasta el momento, se han desplegado seis grabadoras tipo PUC y seis audiomoths en las tres reservas. Los resultados son prometedores: en solo 15 días de muestreo, los PUC detectaron presumiblemente 337 especies de aves, entre las cuales se cuentan 33 migratorias, seis endémicas y cinco amenazadas. La reserva con mayor número de especies detectadas ha sido Distrito de Manejo Integrado Alto Calima (187 especies), seguido del Nodo de Reservas de Aves el Porvenir (159 especies) y Reserva Río Ñambí (140 especies). Estos datos, sin embargo, no son definitivos pues el muestreo ha tenido distintas duraciones en cada sitio y aún no se han validado las identificaciones de especies por parte de expertos. Sin embargo, los resultados obtenidos hasta el momento evidencian el compromiso de las comunidades en aplicar los conocimientos adquiridos en el taller para mejorar la gestión de sus reservas.